martes, 30 de enero de 2007

CRIMEN DE OCASION - CAP. 7

Santrock se despertó temprano, saltó de la cama, se dió una buena ducha refrescante, y con una taza de humeante y aromático café en su mano y el infaltable cigarrillo entre sus labios, tomó el teléfono discando de memoria el teléfono de la División Homicidios.
- Homicidios - contestó una voz impersonal del otro lado de la línea.
- Charly ? - preguntó Santrock reconociendo la voz.
- Santrock !! - exclamó Charly con sorpresa - Tanto tiempo, viejo ! En qué andas ? - preguntó.
- Ando en el caso Bryant – dijo con voz baja.
- Uy ! - gruñó Charly - Lo tiene el jefe.
- Humm..!!. Necesito consultar algunas cosas. A qué hora te puedo ver sin interferencias ? - inquirió Santrock.
- El jefe sale para almorzar de una a tres - murmuró Charly.
- Bien. Allá estaré. Hasta luego - se despidió Santrock.
Llamó a la Empresa Bryant, concertando una entrevista con los Mac Taylor, los socios de los Bryant. A las nueve, Santrock caminaba por Chambers St. y media cuadra antes de llegar al City Hall Park, en pleno Wall Street, visualizó el edificio donde estaban las oficinas de la Bryant's Food Enterprises. Ocupaban los pisos 17 y 18 de un moderno y lujoso edificio de oficinas de 40 pisos, con un frente de mármol gris claro. Dos puertas giratorias de bronce permitían el acceso a un amplio hall, elegantemente decorado, donde había dos agentes de la Empresa de Seguridad a cargo del edificio. Hacia la derecha, seis ascensores en línea. Subió al piso 17 y al abrirse la puerta se encontró con una linda muchacha con el uniforme de la Empresa, blusa blanca con el logo de la firma, impactante minifalda de color gris y blazer azul, sentada a un escritorio sobre el cual había una computadora y a su izquierda una centralita telefónica.
- Por favor, quisiera hablar con el los Sres. Mac Taylor - pidió.
- A quién debo anunciar ? - inquirió con amabilidad la chica.
- Detective Santrock, por el caso de Patty Bryant - dijo como al pasar.
La chica abrió sus ojos desmesuradamente, rápidamente se levantó de su asiento y pidió al detective que la siguiera. Santrock la siguió, admirando el panorama que le ofrecía la movediza minifalda de la chica. Llegaron a una amplia sala, totalmente revestida en madera, que tenía una enorme mesa con silloncitos a su alrededor, y un juego de sillones Chesterfield en un lateral. Luego de unos diez minutos de espera, aparecieron tres personas por una puerta lateral
- Denis Mac Taylor - se presentó extendiendo su mano un hombre de alrededor de 40 años, pelirrojo, de anchas espaldas, cara cuadrada y bastante excedido de peso. Parece un ex-jugador de rugby - pensó Santrock apretando su mano.
- Derrick Mac Taylor - dijo el segundo, que representaba unos 35 años, bastante parecido al anterior, aunque rubio y no tan obeso.
- Brett Mac Taylor - se presentó el menor, de unos 30 años, delgado, castaño, con largo cabello lacio, que lo mantenía atado hacia atrás formando una cola de unos 25 centímetros. Permanentemente esbozaba una sonrisa en la comisura labial derecha.
Denis lo invitó a sentarse. Santrock no perdió tiempo en rodeos y fué al grano:
- Soy el detective Santrock. El Sr. Bryant me ha encargado la investigación del asesinato de Patty Johnson. - dijo, mirando alternativamente a los tres hermanos y prosiguió: - Me van a tener que perdonar que los moleste en estos momentos, ya que se encontrarán consternados por su muerte.
Mientras decía su discurso inicial, recorría con su vista las caras de sus interlocutores, pudiendo apreciar que la sonrisa del menor de los Mac Taylor seguía sin modificarse, mientras los otros dos mantenían la facies inexpresiva.
- Quiero hablar específicamente de la relación entre ustedes y la Sra. Johnson - prosiguió Santrock, quien ya había radiografiado a los hermanos Mac Taylor - Tengo entendido que en algunas ocasiones han tenido diferencias, verdad ?.
- Sí, es verdad - admitió Denis - aunque las mismas siempre estuvieron encuadradas dentro del ámbito de la empresa. Diferimos en algunos criterios a seguir y siendo ella...
- Habiendo sido - corrigió Brett, con su sonrisa dibujada.
- ...presidenta de la firma, - continuó Denis, tratando que la acotación de Brett pase inadvertida - hemos discutido algunas veces y no vamos a negar que tenemos aspiraciones de que alguien de nuestro grupo asuma la presidencia de la Compañía.
- Entiendo - murmuró Santrock y mirando a Brett preguntó: - Alguno de ustedes se ha mostrado en alguna oportunidad de hecho o de palabra con ella ?.
Brett no pudo soportar la estocada y moviéndose nerviosamente en su asiento explotó:
- Si lo dice por mí, le diré que esa mujer estaba impidiendo el progreso de la Empresa y se lo habíamos hecho saber. En una oportunidad yo le dije que no repararía en medios para conseguir que renuncie a la presidencia...
- De todas maneras - interrumpió Denis clavando su mirada en su hermano - hablamos siempre de medios legales, dentro de lo que establecen los reglamentos de las Sociedades.
- Calcule usted - amplió Derrick - que Patty era prima hermana nuestra y la queríamos.
- Por supuesto - asintió el detective, con aire de comprensión.
Santrock estuvo conversando con los Mac Taylor durante más de una hora, sacando como conclusión que evidentemente no simpatizaban con Patty, a pesar de que trataban de no demostrar esa antipatía, excepto Brett, que si bien luego de la mirada de su hermano no habló más, se mostraba despreciativo y sarcástico. Para finalizar, Santrock pidió una entrevista con personal a cargo de la Tesorería y luego de obtener algunos informes se retiró de las oficinas.
Cuando estuvo en la calle, llamó un taxi y le indicó su próximo destino: el Bronx. Durante el trayecto, Santrock aprovechó para hacer varias anotaciones en su agenda. La dirección indicada correspondía a un bar de mala muerte, frecuentado por gente de color y mestizos; el bar estaba lleno, a pesar de ser horario habitual de trabajo y en el bullicio se escuchaba hablar bastante en español y poco en inglés, debido a la presencia mayoritaria de portorriqueños y cubanos. Abrió la desvencijada y chirrriante puerta y se encaminó con paso resuelto hacia el mostrador, dirigiéndose familiarmente a un hombre de color, que se hallaba del otro lado secando una copa.
- Hola, Sam - saludó amablemente.
- Viejo ! - contestó Sam con una sonrisa - Cómo te va ?
- Como siempre - dijo displicentemente el detective. - Y tú, te sigues portando bien ? - preguntó.
- Por supuesto, viejo. Ya ves..., trabajando honestamente - y cambiando de tono inquirió - A quien andas buscando ?
- Has leído algo del caso Johnson ? - preguntó Santrock y explicó - Ha aparecido un hombre muerto no identificado. Necesito saber quién es. No falta nadie por aquí ?.
Sam movió negativamente su cabeza, mientras mantenía la copa y el repasador en sus manos.
- Bueno...Hay unos cuantos dólares para quien me informe sobre un hombre desaparecido el martes a la noche - ofreció - Mueve tu organización !. Habla con el Ratón, el Loco, el boricúa...,tu sabes...Diles que la información es para mí - recomendó.
- O.K. - convino el negro, mostrando el blanco de sus ojos.
- Avísame cualquier novedad - dijo Santrock, saludando con su mano, y salió a la calle.
Perezosamente se puso a caminar, contemplando el panorama. Las calles estaban pobladas de gente mal entrazada y sucia. De vez en cuando se cruzaba con alguna prostituta con su provocativo atuendo, mostrando su “mercancía” a los transeúntes o esquivaba borrachos que deambulaban en zig zag. Alguno, no tan madrugador todavía dormía en un zaguán. En una esquina, un músico arrancaba lastimeros gemidos a su saxo, esperando la colaboración popular. Caminó diez cuadras y llegó a otro sucucho como el anterior, en cuyas mesas abundaban claramente los homosexuales. Entró decididamente y encontró otro viejo conocido a quien repitió su ofrecimiento. Visitó un par de bares más, con idéntico objetivo y luego tomó un taxi para dirigirse a la División Homicidios, donde su amigo Charly lo aguardaba a la una.
(continuará)

domingo, 28 de enero de 2007

CRIMEN DE OCASION - CAP.6

Terminada la reunión, Stuart y Wendell salieron y tomaron rumbos diferentes. Wendell comenzó a caminar lentamente, sin percibir el estruendo fenomenal que producía el tránsito en esa hora pico. La ciudad se encontraba en plena ebullición. Siguió caminando hasta llegar a la 7ª Avenida, sumido en sus profundas meditaciones. No estaba conforme con la explicación dada por el Inspector Parnell y le llamaba la atención que Stuart no pusiera objeciones. Tampoco estaba dispuesto a aceptar una tesitura tan simplista, pero... qué podía hacer ?. Para la policía era uno de los tantos casos que ocurren en esta maldita ciudad, plagada de delincuentes, con crímenes, robos, droga y prostitución por doquier. Pero para él era su caso, habían asesinado a su hermana, y en esta incógnita se encontraba solo y perdido. Quién podría ayudarlo ?.... Súbitamente apareció en su mente el recuerdo del viejo Santrock, íntimo amigo de su padre, policía retirado, “de los de antes”, como solía él decir. Cuando había renunciado a la Policía y pasaba por un mal momento, su padre le había dado una buena mano que le permitió capear una circunstancia difícil de su vida. Era un hombre de alrededor de unos cincuenta y cinco años, pero aparentaba algunos más, de ahí que era llamado el viejo Santrock. De físico corpulento, logrado a través de una intensa práctica de deportes, especialmente el box, habiendo llegado a combatir profesionalmente. Pero la carrera policial hizo que abandonara esta actividad, aunque la siguió practicando en el gimnasio. Hombre de vida bohemia, nunca pudo hacer carrera en la Policía, porque nunca quiso entrar en trenzas con nadie. Dueño de una moral incorruptible, optó por permitir el paso a una generación policial que tenía un modus operandi non sancto, que él no compartía.
Recordó que retirado de la policía, se había dedicado a la investigación privada, en la que había obtenido resonantes éxitos, merced a su sagacidad, a los contactos que mantenía dentro de la repartición con sus viejos camaradas, que lo apreciaban y valoraban y a contactos con la gente de los bajos fondos, que a pesar de transitar por veredas opuestas, le guardaban una incondicional amistad y respeto.
Wendell se encontró en la esquina de la 7ª Avenida y la 48 St.. Santrock tenía instalada una modesta oficina algo más allá de la 9ª Avenida entre 58 y 59. No tenía la dirección exacta, pero recordaba que era muy cerca de una de las esquinas del Central Park. Pensó que con un poco de suerte la encontraría y hacia allí se encaminó.
Pocos metros antes de llegar a la calle 60, en un edificio de oficinas que tenía en su entrada algunas plantas que clamaban por agua, pudo observar un conjunto de placas de tamaño desigual, desprolijamente atornilladas sobre una madera deslustrada y reseca. Se detuvo para observarlas: En la cuarta fila encontró la que buscaba: Bradley M. Santrock - Detective Privado – 2º piso - Of. C.
Ingresó en el edificio abriendo la puerta principal, que se desplazó pesadamente produciendo un ruido que le hizo mal a los dientes. Caminó por un pasillo angosto alumbrado escasamente por una lamparita sin pantalla y visualizó una escalera de granito que arrancaba a su derecha. Subió por los percudidos escalones hasta el segundo piso y a la salida de la escalera se enfrentó con una puerta de madera y vidrio pintado de blanco, donde con letras negras se leía el nombre que buscaba. Buscó un timbre pero no lo encontró y decidió golpear la puerta con sus nudillos.
- Adelante - resonó desde adentro un vozarrón.
Wendell obedeció y se encontró en un recinto dividido por un tabique de madera, que tenía en su extremo izquierdo una puerta entreabierta. A través de ella Wendell fue visualizado.
- Wendell !! - exclamó con alegría un hombre robusto que rápidamente quitó los pies de arriba del escritorio dejó el diario y se incorporó de un salto - Qué grata sorpresa !!
- Hola, Santrock - saludó Wendell contento con el efusivo recibimiento.
- Pero si hace dos años que no te veo - dijo Santrock estrechándolo en un abrazo que casi le corta la respiración y poniéndose algo melancólico agregó - exactamente desde el día de la muerte de tus padres. Maldito día !.
- Así es..., he sido un ingrato en no haber venido ni siquiera a saludarlo - dijo Wendell.
- Yo tampoco volví nunca por allá - murmuró Santrock - es que quería tanto a tu padre, que no podía soportar su desaparición - y preguntó - Pero, cómo es que has venido por aquí ?.
- Usted me perdonará, Santrock - dijo Wendell - pero uno va a buscar a un verdadero amigo cuando se encuentra en problemas.
- Espero poder ayudarte - gruñó Santrock invitándolo con un gesto a sentarse - pero, qué es lo que sucede para que vengas a ver a este viejo ?
Wendell tomó asiento en una de las viejas sillas que estaba frente al escritorio y sin rodeos, le contó absolutamente todo lo que sucedía, con lujo de detalles y tratando de no omitir ningún dato. A medida que avanzaba en su relato, el detective se iba poniendo cada vez más serio y sus ojos iban adquiriendo un brillo especial, que denotaba que su cerebro funcionaba aceleradamente. Guardó silencio hasta el final, emitiendo intermitentemente algunos gruñidos, que servían para demostrar que no perdía palabra. Concluída su narración Wendell dijo:
- La interpretación del Inspector Parnell no me satisface..., me interesa conocer su opinión.
- Y..., no estás del todo equivocado, hijo - musitó reflexivamente Santrock - Sin poder afirmar que la policía está equivocada, te diría que se ha realizado una investigación ultrarrápida, tomando el camino más fácil - agregando - cosa que es frecuente, porque, en descargo de la policía, te diré que están atiborrados de trabajo y totalmente carentes de medios.
- Claro que dijeron que iban a proseguir la investigación - aclaró Wendell.
- No te hagas ilusiones - acotó Santrock meneando su cabeza, e inclinando hacia atrás su sillón hasta hacerlo crujir prosiguió - Eso es lo que siempre se dice para conformar a los familiares, pero únicamente que por otro caso las evidencias salten ante sus ojos, todo queda en el olvido.
Ante tal panorama, Wendell se sentía totalmente impotente. Santrock percibió su estado de ánimo.
- Tengo algunos contactos en Homicidios y podría averiguarte algo - prometió Santrock, suavizando su voz.
- En realidad yo quisiera que usted se encargue de hacer una investigación paralela - le pidió Wendell - Todo lo que necesite estará a su alcance. Usted sabe que somos gente adinerada y no escatimaremos medios para lograr la aclaración total de este crimen.
- No se trata de dinero - interrumpió Santrock - Tú sabes que a esta altura de mi vida eso no me interesa. Le debo tanto a tu padre y nunca se lo he podido retribuir, que con todo gusto me ocuparía del caso, sin pretender un centavo. Sólo necesito tu aprobación y me pondré a trabajar de inmediato, aunque también tendremos que contar con la anuencia de tu cuñado.
- Desde ya que la mía la tiene - respondió Wendell visiblemente emocionado ante el desinteresado ofrecimiento - y la de Stuart la obtendré también.
- Bueno, entonces - exclamó Santrock, levantándose de su sillón y palmeando el hombro de Wendell - Pongámonos manos a la obra, sin perder tiempo.
La cara de Wendell se iluminó. Tenía confianza ciega en la capacidad de Santrock para resolver el problema.
- Tendré que hacerte muchas preguntas - dijo Santrock disponiéndose a trabajar.
Ya había anochecido cuando Wendell dejó la oficina de Santrock. Habían trabajado duro estudiando a las personas que Santrock entrevistaría, hábitos y costumbres de todas ellas, detalles del departamento de Patty y tantas cosas más; muchas de ellas que a Wendell jamás se le hubiera ocurrido que pudieran tener la más mínima importancia.
Santrock se quedó en su oficina para trazar un plan de investigación, ponerse en contacto con su ayudante Gibbons y comenzar de inmediato.
Wendell llamó un taxi que pasaba por la octava avenida y le ordenó que lo lleve a su casa. Ahora solo tenía que esperar las novedades que Santrock le iba a ir comunicando. Una vez en su casa, llamó por teléfono a Stuart.
- Hola...- se escuchó la voz de su cuñado.
- Hola, Stuart. Habla Wendell.
- Qué tal ? Alguna novedad ? - preguntó sorprendido.
- Sólo un comentario sobre el informe del Inspector Parnell - comenzó Wendell con rodeos.
- Ah, sí ! - asintió Stuart y agregó con énfasis - me llamó la atención que hayan trabajado tan rápido, con tanta eficiencia y ...
- Pues yo no lo creo así - interrumpió Wendell visiblemente molesto - Estimo que han entrelazado más o menos las cosas en base a suposiciones, pero sin tener pruebas concluyentes.
- Se han basado en las pericias – dijo Stuart - y además no debes olvidarte que ellos tienen una experiencia que no estamos en condiciones de objetar.
- Insisto en que faltan elementos para dar el caso por resuelto - protestó Wendell.
- Qué otros elementos necesitas ? - preguntó Stuart ofuscado.
- No tienen identificado al hombre - recordó Wendell y agregó - tampoco saben qué lo movió a ingresar al departamento, cómo consiguió las llaves y códigos…
- No creo que tenga importancia el nombre del sujeto, ni cómo consiguió las llaves – interrumpió Stuart tratando de dar por finalizada la discusión.
- Yo no estoy conforme – insistió Wendell - y me llama poderosamente la atención la anotación que tenía el desconocido en su poder, con los códigos de entrada y la fecha MARTES 11, como si esa fecha fuera un día clave. Wendell estaba con todas las luces encendidas, más aún luego de su charla con Santrock.
- Sinceramente, - acotó Stuart minimizando el hecho - llama la atención, pero no creo que sea lo más significativo.
- Para mí todo es significativo - replicó Wendell secamente y le anunció en tono cortante - Por eso te comunico que ya he contratado un detective privado que se ocupe de esclarecer todo.
- Te has vuelto loco ? - vociferó Stuart fuera de sí - No pienso pasar verguenza ante la policía por tu desconfianza. No se te ocurra seguirte metiendo, porque si no...- intentó amenazar.
- Tengo derecho !! - interrumpió Wendell – Y más todavía cuando ni siquiera has respetado a tu esposa, porque mientras ella moría, bien acompañado que estabas en el Caesar Park de Buenos Aires. O crees que no estoy enterado ? - la indignación de Wendell iba creciendo - Por otra parte, era mi hermana y no entiendo por qué te opones a que se investigue más a fondo.
- No...no...no es que yo me oponga - la voz de Stuart se suavizó como por arte de magia y eludiendo hábilmente el tema del Caesar Park añadió - Pero no cuentes conmigo para ello. No voy a ponerme a disposición de los caprichos de un Sherlock Holmes de pacotilla.
- El detective a cargo de la misma, no solamente no es un improvisado, sino que es Santrock, uno de los mejores de Nueva York. - terminó Wendell - Hasta mañana - saludó cortante y colgó el tubo sin esperar respuesta.
Wendell estaba indignado. Lisa estaba a su lado y le dijo:
- Nunca pensé que Stuart tendría esa actitud.
- A Stuart lo único que le preocupa es tomar el dinero de Lisa cuanto antes - dijo secamente Wendell - No puedo entender por qué, aunque lo disimule en ocasiones, no tiene interés en que se investigue a fondo.
- No vamos a sospechar de él o de su amante, ya que estaban en Buenos Aires – dijo Lisa.
- Eso es verdad... – murmuró Wendell pensativo.
- Lo que me mantiene intranquila - prosiguió Lisa - es ese tema de la amenaza de Brett Mac Taylor. Patty me dijo que cuando finalizaron una reunión la semana pasada, Brett fué a su oficina y le dijo que si no reveía su postura, "no vas a seguir siendo presidenta mucho tiempo", palabras textuales. Ella no le dió trascendencia, ya que ese chico siempre anda con bravuconadas propias de su edad y de la gente que frecuenta. Ha trabado amistad con unos tipos extraños del Barrio Chino... anda metido en las artes marciales…
- No sé sinceramente como tomarlo - dijo Wendell con abatimiento - Brett no me gusta para nada, pero no me quiero enloquecer. Veremos que importancia le atribuye Santrock a cada cosa.
- Además - agregó Lisa con cara de preocupación - Tengo que contarte algo que me dijo Patty y que había prometido guardar en secreto. Patty había recibido un anónimo amenazador, al cual no le asignó importancia, porque pensó que era Brett el que quería intimidarla, pero nada más. Incluso lo tomaba a broma. El anónimo estaba escrito con letras recortadas de revistas, tal como se ven en las películas.
- Esto puede ser gravísimo - exclamó Wendell fuera de sí, levantándose de su asiento y paseándose nerviosamente por el escritorio - Este hijo de puta drogadicto de Brett es capaz de cualquier cosa, más aún con los delincuentes que tiene por amigos y eso potencialmente puede ser peligroso. Transmitiré todo ésto a Santrock.
Extenuado, Wendell no veía la hora de acostarse. Cuando apagaron la luz eran las dos y media de la mañana. Pasaron horas y niguno de los dos podía conciliar el sueño. Ambos sabían que estaban despiertos, pero evitaban hablar. Escucharon las campanadas del reloj del living cada media hora, hasta que amaneció, sin poder pegar un ojo. Sus pensamientos volaban elaborando todo tipo de suposiciones y teorías, pero nada encajaba con cierto margen lógico.
(continuará)

jueves, 25 de enero de 2007

CRIMEN DE OCASION - CAP.5

Dos días después, Stuart y Wendell fueron citados por el Inspector Parnell. A la hora señalada, ambos ingresaron al hall de la División Homicidios. El oficial de Mesa de Entradas les dijo:
- Pasen a la oficina. El Inspector Parnell los espera.
Luego de saludarse brevemente, se sentaron en sendas sillas frente al Inspector.
- Tal como les había prometido - comenzó con voz pausada - aquí tengo el informe preliminar, que es bastante claro y no creo que más adelante haya modificaciones sustanciales. No lo voy a leer íntegramente, pues sería muy pesado repetir los formulismos y declaraciones palabra por palabra, pero les haré un resumen del caso y las conclusiones a las que hemos arribado, unidos los elementos de la investigación y los datos periciales.
- De acuerdo - aprobó Stuart.
- Quiero dejar aclarado - continuó gravemente el Inspector Parnell, sin haber escuchado a Stuart - que en el transcurso del informe se mencionarán detalles que pueden eventualmente molestar o herir a alguno de ustedes o a ambos.
Wendell permaneció en silencio, preguntándose qué cosas tan terribles podrían develarse, como para formular semejante advertencia. Tragó saliva y movió afirmativamente la cabeza. Luego de una breve pausa, como evaluando el impacto de sus palabras Parnell prosiguió:
- La Sra. Johnson murió a consecuencia de una herida de bala muy grave, ya que el informe del forense indica que la bala perforó el corazón, a nivel de su ventrículo izquierdo. El hombre, aún no identificado, falleció a consecuencia de un tremendo traumatismo de cráneo con fracturas múltiples de ambos huesos parietales, occipital y temporal izquierdo, con abundante pérdida de masa encefálica.
Creando adrede un clima de suspenso, Parnell hizo una pausa, que aprovechó para encender un cigarrillo. Stuart y Wendell permanecían en silencio, pálidos y con la garganta seca. No escapó a Wendell la actitud teatral del Inspector, que no le resultaba para nada simpático.
- Balística informó - continuó Parnell - que la bala alojada en el cuerpo de la Sra. Johnson, es de calibre 38 y fué disparada con el revólver que el hombre tenía en su mano derecha. Esto no ofrece dudas, pues las estrías que presenta la bala se corresponden con las del caño de la pistola. Por otra parte, Dactiloscopía informó que la pistola tenía claramente estampadas las huellas digitales del hombre. Las fracturas de cráneo que presentaba el desconocido, que fueron las causantes de su muerte, fueron producidas por repetidos golpes, aplicados con un elemento pesado y contundente. El médico forense informó la presencia de lesiones producidas por un elemento romo y otras por un elemento cortante, por lo cual hemos llegado a la conclusión que el objeto usado fué un voluminoso y pesado jarrón que se encontraba hecho pedazos, diseminados por la habitación. Muchos de estos trozos se encontraban manchados con sangre y también tenían adheridos cabellos del occiso. Lamentablemente no se pueden reconocer ningún tipo de huellas digitales en los restos del jarrón. El médico forense ha establecido que la muerte de ambos se produjo entre las dos y las tres de la mañana y además informó...- el Inspector detuvo su relato, tomó un sorbo de agua y se disculpó - perdonen la crudeza, pero debo decirlo - y retomando el hilo del relato dijo - ... además informó que la Sra. Johnson había tenido relaciones sexuales momentos antes de ser asesinada.
- No puede ser - balbuceó Stuart empalideciendo.
- Está usted seguro de lo que dice ? - preguntó Wendell entre sorprendido y ofendido.
- El médico forense así lo informa - aseveró el Inspector añadiendo - Se basa en el hallazgo de semen en la vagina de la Sra. Johnson. Además el laboratorio precisa con cierto margen la hora de la relación sexual, por la existencia de un alto porcentaje de espermatozoides vivos y con buena movilidad.
Stuart y Wendell ahora estaban totalmente confundidos. Les costaba hilvanar todos estos elementos, conformando algo que tuviera visos de coherencia.
- Entonces, Inspector - atinó a preguntar Wendell - De qué manera piensa usted que se pueden haber desarrollado los hechos ?
- Ya vamos a llegar a éso, Sr Bryant - dijo Parnell - antes tengo que mostrarles un par de cosas -y abriendo el segundo cajón de la derecha de su escritorio, sacó un sobre tamaño oficio de papel madera, lo abrió y puso sobre el escritorio una hoja de agenda con caracteres numéricos escritos a lápiz y dos llaves del tipo de las de cerraduras de seguridad.
- Les resulta familiar ésto ? - preguntó sobradoramente.
Wendell tomó el pequeño papel, que tenía escrito:
MARTES 11
326.991
582.449
Lo leyó inexpresivamente y miró al Inspector con cara de incomprensión.
- Las claves de la entrada al edificio y al departamento - exclamó Stuart, que había permanecido como distraído, y poniéndose de pié inquirió imperativamente - De dónde salió ésto ?
- Del bolsillo del hombre muerto - replicó secamente el Inspector y añadió - junto con las dos llaves que corresponden a las puertas del edificio y a la del departamento.
- Esto es absurdo - Stuart se había puesto rojo - No puede ser.
- Señor Johnson - dijo en tono calmo Parnell - Sepa aceptar las evidencias aunque sean dolorosas. Y de paso dígame si reconoce que éstas llaves, específicamente éstas, pertenecen a alguien autorizado a entrar en su casa.
- No - contestó Stuart, mirándolas detenidamente - Tienen el aspecto de estar recién hechas.
- Todas las cosas, por más inconcebibles que parezcan, tienen una explicación lógica - sentenció Parnell y agregó - Lo que pasa es que no siempre las conocemos.
- Comparto su opinión - coincidió Wendell suavizando el diálogo - Pero, por favor, como encajan todas estas cosas ?
- De acuerdo a los datos con que contamos, que a mi criterio son perfectamente suficientes, estimo que los hechos se desarrollaron de la siguiente forma: La Sra Johnson, se encontraba en su domicilio y en horas de la noche, un individuo desconocido, al menos para nosotros, penetra en su departamento. Para poder hacerlo, previamente obtiene copia de las llaves de la puerta de entrada al edificio y de la puerta del piso, además de las claves numéricas. No sabemos cómo ni de dónde las consigue, pero esa noche las tiene en su poder. El desconocido penetra en el departamento - continuó Parnell - con fines de robo y/o violación a la Sra Johnson.
Stuart se movió inquieto en su silla. Wendell seguía el relato con atención.
- Dentro del departamento, no puedo precisar en qué ambiente, se encuentra con la Sra Johnson, pero a punta de pistola la lleva hasta el dormitorio, donde la obliga a desnudarse (el cuerpo fué encontrado desnudo) y mantiene con ella relaciones sexuales. Luego de ello y siempre empuñando la pistola, el hombre se levanta y se dirige hacia la izquierda de la cama, donde está la puerta que comunica con el baño. En un momento de distracción, la Sra Johnson se abalanza sobre el hombre y se traban en lucha. Ella encuentra a su alcance el voluminoso jarrón chino. La Sra. Johnson aprovecha esta circunstancia, y tomando el jarrón lo descarga repetidas veces sobre la cabeza del hombre, rompiéndose el jarrón en sucesivos pedazos a medida que los golpes se suceden. El hombre sufre lesiones tremendas que luego le causarán la muerte. l hombre atina a disparar contra ella, hiriéndola de muerte - finaliza el Inspector armando el rompecabezas.
Stuart y Wendell permanecieron en silencio por un momento.
- Es posible que una mujer pueda levantar el jarrón y asestar golpes tan potentes, como para fracturar el cráneo ? - preguntó Wendell, no del todo convencido.
- Usted debe considerar tres factores: - planteó Parnell con suficiencia - la indignación de la mujer, producto de la violación sufrida, el instinto de supervivencia al sentirse amenazada de muerte y por otro lado, el excelente estado físico de la Sra Johnson, asidua concurrente al gimnasio de su edificio, donde practicaba aparatos y pesas.
- Es verdad - afirmó Stuart, coincidiendo con Parnell - últimamente tenía un estado atlético envidiable.
- Aún así me cuesta creerlo - dudó Wendell - No la veo a mi hermana en lucha de igual a igual con un hombre. Tampoco entiendo como el intruso pudo obtener las llaves y los códigos.
- No sería improbable que algún operario u otra persona que haya entrado en la portería las hubiera tomado para hacer un duplicado, ya que el portero las tenía - sugirió Stuart.
- No es fácil hacer rápidamente un duplicado de esas llaves - dudó nuevamente Wendell.
- En fin...- murmuró Parnell, con claros deseos de dar por terminada la explicación - Salvo que aparezcan otras evidencias, cosa que no creo, la realidad es que el caso es bastante claro y si bien no lo consideramos cerrado...
- No creo que pueda cerrarse ya - saltó Wendell - Falta la identificación del hombre.
- Pero ésto no aportaría nada trascendente - aseguró Stuart con aire resignado - Creo que lamentablemente debemos aceptar esta realidad - concluyó en clara alusión a la postura incrédula de Wendell.
- De todas maneras - contemporizó el Inspector - seguiremos la investigación, retiraremos el agente de consigna en el departamento, pero aún no levantaremos la clausura del mismo.

martes, 23 de enero de 2007

CRIMEN DE OCASION - CAP.4

A los pocos minutos, llegaron los peritos para tomar las primeras pruebas de laboratorio in situ, momentos después el médico forense. Parnell llamó a Wendell y le dijo:
- Una vez que se haga el primer reconocimiento de los cadáveres, éstos serán trasladados a la morgue judicial para hacerles la autopsia. Tendremos que dejar el departamento clausurado, con prohibición de la entrada en forma absouta para cualquier persona y dejaremos un agente de vigilancia.
- De acuerdo - coincidió Wendell - queremos que se haga una exhaustivo análisis de todo esto. Yo personalmente me encargaré de requerir a usted información sobre la marcha de la investigación.
- Despreocúpese, Sr Bryant.- expresó el Inspector Parnell, y continuó con soberbia - Nosotros somos auténticos profesionales y sabemos perfectamente como proceder en este tipo de casos.
- Así lo espero - replicó secamente Wendell, a quien el Inspector Parnell no le resultaba para nada simpático.
- Es más, - continuó Parnell casi sin escucharlo - obtenido el informe del forense, se aclararán muchas cosas.
- Acaso han encontrado algún elemento de prueba importante ? – preguntó Wendell.
- Probablemente... probablemente...- insinuó socarronamente Parnell.
Se despidieron fríamente y Wendell, Lisa y el chofer se retiraron. Habían pasado tantas cosas esa mañana, que no tenían idea de la hora. Eran las 14.30. Wendell se sentía extenuado, pegajoso y maloliente. Evidentemente su secreción de adrenalina había batido todos los récords.
Avisado de la muerte de su esposa, Stuart tardó tres días en conseguir pasajes para regresar, llegando escasas horas antes del sepelio. Wendell, luego de la indignación inicial, fué convencido por Lisa, de no mencionarle a Stuart que se había enterado involuntariamente que se encontraba acompañado por una dama en el Hotel Caesar Park.
Stuart y Wendell fueron citados a la División Homicidios por el Inspector Parnell, para brindarles las conclusiones del forense.
Wendell y Stuart se sentaron en unos gastados sillones de una inhóspita sala de espera, mientras los anunciaban al Inspector. Guardaron silencio, cada uno sumido en sus pensamientos.
Stuart mostraba en su cara los signos del ajetreo de las últimas horas. Era un hombre apuesto, alto y delgado, con cutis fresco y sonrosado, propio de una persona joven, pero en este momento profundas ojeras se marcaban en su rostro. Mantenía el ceño fruncido y tenía los ojos enrojecidos.
Cuando pasaron al despacho, el Inspector Parnell se dirigió a Stuart:
- Estará enterado de los acontecimientos, pero oficialmente le repetiré. Su esposa fué encontrada muerta en el dormitorio de su departamento, juntamente con un individuo que no llevaba documentación alguna ni elemento que sirviera para identificarlo. Sabe usted de la existencia de alguna persona que deseara la muerte de su esposa ? - preguntó bruscamente.
- No - respondió Stuart.
- Sabe usted si su esposa tenía alguna relación con gente de mal vivir ? - continuó preguntando el Inspector, mientras se paseaba por el despacho.
- De ninguna manera, Inspector - respondió Stuart, visiblemente ofendido.
El Inspector detuvo sus pasos y mirando fijamente a Stuart le espetó:
- Tenía su esposa algún amante ?
- No señor, no tengo conocimiento de ello - contestó Stuart moviéndose nerviosamente en su silla.
- Y usted tiene alguna ? - preguntó ásperamente Parnell.
- No... yo no - balbuceó Stuart y reponiéndose inquirió - pero..., qué quiere usted insinuar, Inspector ?
- Nada… Sólo pregunto - y siguió - Puede usted probar fehacientemente que se encontraba en Buenos Aires cuando sucedió el hecho ?
- Por supuesto - repuso Stuart entre sorprendido y molesto - Tengo registrado mi alojamiento en el hotel Caesar Park, pasaje de ida y regreso, con partida de Buenos Aires en el día de ayer.
- Bien - admitió Parnell y luego de pensar unos segundos preguntó - Cuántas personas tenían la clave para la apertura de la puerta de su departamento ?.
- Tres personas: Mi esposa, el portero y yo. - contestó con seguridad Stuart.
- El portero es de confianza ? - inquirió Parnell.
- Absoluta - señaló Stuart, agregando - Hace trece años que trabaja allí.
El interrogatorio siguió durante más de dos horas, en el cual le preguntó sobre la actividad empresaria de ella y de él, sus relaciones conyugales, hábitos y costumbres de ambos y un cúmulo de cosas, que ni el mismo Stuart recordaría después. Luego de haber agotado aparentemente el arsenal, se detuvo breves segundos y mirándolo a los ojos dijo gravemente:
- Sr Johnson, deberá usted acompañarme a la Morgue, a fin de realizar el reconocimiento del cadáver del hombre que fué encontrado muerto junto a su esposa.
Stuart sabía que le iban a pedir ésto y que debería afrontarlo, así que asintió con aire de resignación.
- Acompáñeme - dijo Parnell poniéndose en marcha.
Después de transitar por varios pasillos que intercomunicaban a la sección Homicidios con la Morgue, arribaron a un lugar con gruesas puertas metálicas.
- Muéstrenos el cadáver del caso Patty Bryant – ordenó el Inspector a un empleado con guardapolvo gris.
El empleado abrió una pesada puerta, filtrándose desde adentro un aire helado impregnado de olor picante a formol y penetraron en un amplio recinto, totalmente azulejado, impecablemente limpio. En la parte central, se veían varias mesas rectangulares de mármol blanco. Las paredes laterales mostraban múltiples puertas metálicas cuadradas tipo nicho, numeradas en su frente.
- Aquí está - dijo abriendo la pequeña puertita de acero inoxidable y retirando hacia afuera una especie de camilla montada sobre rulemanes, sobre la cual se adivinaban claramente los relieves de un cuerpo, totalmente tapado por un lienzo blanco.
- Destápelo, por favor - solicitó el Inspector al empleado.
Stuart percibió una especie de escalofrío que le recorría la columna vertebral, mientras se preparaba para ver lo que ya le había anticipado Wendell. El empleado descorrió el lienzo en su parte superior y dejó ver la extremidad cefálica del cadáver. A pesar de estar prevenido, Stuart no pudo reprimir un gesto de repulsión, palideció quedando al borde del desmayo.
- Conoce esta persona ? - preguntó formalmente Parnell.
- No...para nada...- balbuceó Stuart.
- Está seguro que nunca lo vió en su vida ? - insistió el Inspector.
- Seguro - reafirmó Stuart.
- Bien - dijo Parnell - hemos terminado.
El empleado empujó la camilla hacia adentro, cerró cuidadosamente la puerta y los tres salieron del recinto. Stuart y el Inspector regresaron en silencio adonde los esperaba Wendell.
- Hemos terminado por hoy – dijo secamente Parnell y agregó – Seguiremos las actuaciones y les avisaremos cuando tengamos el informe completo.
Stuart y Wendell salieron a la calle. Se escuchaban las campanadas del reloj de una iglesia cercana que daba las cuatro de la tarde. El aire estaba bastante pesado en la hora de la siesta y lo único que ambicionaban era un buen descanso. Las últimas cuarenta y ocho horas habían sido agotadoras para ambos. No conversaron demasiado, ninguno de los dos tenía ganas de hablar. Se despidieron y cada uno tomó un taxi rumbo a su domicilio.

DESNUDANDOME A PEDIDO

Hago un pequeñísimo paréntesis en la novela para complacer a Lucía que
me ha pedido que me desnude…como han hecho otros. Pues bien…lo haré.
Fisicamente no soy demasiado raro…algo grandote (1,85 y 92 kg), tipo camión, digamos... Todo grandote con cabello negro con canas.
Mis organos pares son normales: dos ojos, (uno negro y otro a su lado), dos orejas, dos brazos, dos piernas..etc. etc. y mis organos impares también: una nariz, una lengua, etc. etc.
Espiritualmente, algo mas complicado, con una personalidad obsesiva, pero extrovertida. Mis gustos los podría resumir en el titulo de un vals de Strauss (creo):Vino, mujeres y canto. Toco la guitarra y canto, lo que me ha sido de suma utilidad en momentos decisivos frente a algunas jovenes.
Respecto de mi pasado.... son tantos años que casi no me acuerdo, tengo facilidad para borrar las cosas pasadas, porque si no, pueden hacer mucho, pero mucho daño. Es decir mi consigna es vivir el presente, a fondo, sin concesiones.

domingo, 21 de enero de 2007

CRIMEN DE OCASION - CAP. 3

El Inspector Parnell, de la división Homicidios y su ayudante, el teniente Morrison se hicie-ron cargo de la investigación del crimen. El Inspector Parnell era un hombre de unos cuarenta y ocho años, de mediana estatura, ligeramente obeso, portador de una calvicie incipiente. Impecablemente vestido con traje gris oscuro, camisa blanca y corbata azul a rayas, demostraba una evidente soltura en su desenvolvimiento. Su ayudante, el teniente Morrison, bastante más joven, contrastando con su jefe era alto, fornido, de físico atlético, piel blanca y cabellos rubios y vestía uniforme. Claramente se apreciaba su subordinación al Inspector ya que siempre permanecía un poco detrás de éste.
Observaron minuciosamente todos los detalles del ambiente e interrogaron a Wendell, quien procedió a contar todos los pormenores desde el momento de su llegada, hasta el arribo de la policía. Los investigadores lo escucharon atentamente y luego Parnell preguntó:
- Conoce a la otra persona ? - señalando el dormitorio con un movimiento de cabeza.
- No lo he mirado con detenimiento - dijo Wendell - pero dado el estado de su cara, no se le reconocen bien las facciones - agregó, mientras el recuerdo le hacía revolver el estómago. - Aún así - continuó - no me resulta conocido.
- Tengo entendido que usted ingresó al dormitorio acompañado del portero del edificio. - dijo el Teniente, que hablaba por primera vez.
- Tocaron algo de allí, movieron los cuerpos o alguna otra cosa ? - se anticipó a preguntar el Inspector, robándole a su subordinado la misma pregunta.
- Solamente toqué a mi hermana - dijo Wendell - Le tomé el pulso en el cuello y la abracé.
El inspector se levantó del sillón, caminó unos pasos hasta la ventana, encendió un cigarrillo y permaneció mirando hacia afuera.
- Sabe usted si su hermana tenía enemigos que quisieran su muerte ? - preguntó dándose vuelta de repente.
- No señor - respondió sorprendido Wendell - No le conozco enemigos.
- Ninguna clase de enemigos ? - presionó Parnell mirándolo fijamente.
- Bueno... mi hermana es presidenta de una Empresa muy importante - confió Wendell - y usted sabe, que siempre hay fricciones y disputas dentro de la misma, especialmente cuando su cargo es codiciado por un grupo de socios, con los cuales tenemos frecuentes desaveniencias, pero de allí a pensar en que pueden tener relación con su muerte...
- Todo el mundo es sospechoso, hasta que se demuestre lo contrario - interrumpió Parnell con la remanida frase de novela policial y profundizó - Las fricciones que me comentó, tienen relación con cuestiones de dinero ?...
- En realidad, Inspector, - explicó Wendell - nuestra Empresa mueve sumas importantes y en la lucha por el poder, el dinero siempre está involucrado. Pero, yo interpreto...
- Está bien.- cortó Parnell secamente - Le recomiendo que el trabajo de interpretar lo deje para nosotros. - y añadió lentamente: Sr. Bryant, necesitamos su colaboración para tratar de identificar al hombre. Acompañenos al dormitorio, para ver con detenimiento si lo conoce.
- Si es necesario, lo haré - dijo Wendell con resignación.
Los tres subieron la escalera, Wendell con sus piernas temblorosas. El impacto de ver de nuevo el cuadro no fué menor que el de la primera vez, pero reuniendo todas su fuerzas, observó detenidamente al hombre, quien no tenía ningún rasgo que le resultara familiar.
- Realmente no lo he visto en mi vida - dijo Wendell, moviendo negativamente la cabeza y agregó: - No entiendo cómo pudo entrar en este lugar. Los únicos accesos al departamento son: la puerta principal o la puerta de servicio y tengo entendido que ambas, se accionan con llave y combinación numérica.
- Entrar por las ventanas es imposible – añadió el Inspector - Nos encontramos en el piso 25 de un edificio de 38 pisos y no hay forma humana de hacerlo.
- Es verdad - dijo en voz baja Wendell - es inexplicable.
- Bien..., dejemos que la investigación lo aclare - dijo el Inspector Parnell.
Cuando descendieron al living, el Inspector Parnell se ocupó de hacer unas llamadas telefónicas y ya había llegado Lisa, la esposa de Wendell.
- Es necesario localizar a Stuart – dijo Wendell a su mujer ordenando su acción. - No sé cómo le hablaré para comunicarle lo que pasó.
- Debes llamar a la oficina - le dijo Lisa.
La oficina !!!. Wendell ni siquiera tenía presente la oficina, la reunión con los canadienses, los Mac Taylor... ohhhhh....!!!!
- A la mierda todo - dijo bruscamente, y como si estuviera despertando de un sueño, tomó el teléfono, discó el número de la Empresa y comenzó a recuperar su condición inteligente.
- Hola... habla Wendell Bryant. Comuníqueme urgente con mi secretaria...- la voz de Wendell había retomado compostura.
- Hola...Claire...Comunique a todo el mundo que falleció Patty.- espetó a quemarropa Wendell.
- Qué dice Sr. Bryant ? - la voz de Claire sonó asombrada y temblorosa.
- Lo que escuchó - dijo secamente Wendell - Comuníqueselo a los Mac Taylor para que se pongan contentos.
- Sr. Bryant ! - dijo Claire sorprendida.
- Sí. Esos hijos de puta van a gozar - la voz de Wendell sonaba desconocida - Y cierren la Empresa por un lapso de tres días por duelo, así hasta el lunes no hay actividad.
- Pero Sr. Bryant, la reunión con los canadienses...- esbozó Claire.
- No hay ningun tipo de reunión. Cancele todas las entrevistas.- ordenó Wendell.
Del otro lado de la línea, Claire no podía salir de su estupor.
- Busque en la agenda el nombre del hotel en Buenos Aires en el que se hospeda mi cuñado y el número de teléfono para llamarlo. Consígamelo ya.- indicó Wendell.
- Sí, señor - contestó Claire confundida. A ver...A ver... Está en el Hotel Caesar Park en Buenos Aires – y le dio el número de teléfono.
Wendell había recuperado su habitual energía y lucidez, virtudes que siempre lo habían destacado. Los hechos acacecidos le habían producido un estado de estupidez transitorio no común en él, pero ya se encontraba despierto y con todas sus neuronas funcionando.
Llamó al Hotel de Buenos Aires, mientras mentalmente ensayaba un discurso que lo sacara airoso en la comprometida tarea de poner a su cuñado al tanto de lo sucedido.
- Buenos días, Hotel Caesar Park - se escuchó la voz de la telefonista.
- Buenos días, puede Ud. comunicarme con el Sr. Stuart Johnson ?
- Un momento, por favor - sonó la voz metálica y aburrida de la telefonista.
Pasaron unos instantes en los cuales el corazón de Wendell latía aceleradamente, mientras seguía rebuscando las palabras que emplearía para comunicar tal noticia.
- El Sr. Johnson no se encuentra en estos momentos. Tampoco su esposa. Quiere Ud. dejar algún mensaje ?.
Wendell quedó estupefacto. No se le había cruzado por la cabeza que Stuart hubiera aprovechado su viaje para jugarse una aventurita. Entendía ahora la insistencia en viajar sin postergaciones a Buenos Aires.
- No, gracias – murmuró Wendell y colgó, mientras pensaba si todas las cosas le saldrían mal ese día.
(continuará)

viernes, 19 de enero de 2007

CRIMEN DE OCASION - CAP.2

Jimmy detuvo el Oldsmóbile en la puerta del edificio donde vivía Patty.
- Espera un momento; enseguida vuelvo - dijo Wendell y cruzó la ancha vereda en dirección a la puerta principal que se encontraba abierta, pues era la hora en que el portero realizaba la limpieza. Ingresó al edificio y penetró en el espacioso hall, adornado con abundantes plantas de interior. A la derecha una pared totalmente revestida de espejo y apliques de luz estilo imperio. Atrás y a la izquierda, las paredes mostraban una boisserie de caoba con tableros moldurados que era una obra de arte. En uno de los rincones un juego de sillones Luis XVI, que probablemente nadie usaría, pero que cubrían la demanda decorativa del amplio espacio. Sobre ellos una ostentosa araña de cristal multicolor. Saludó con la mano a Juan, el portero, que estaba concentrado en su tarea. Avanzando unos pasos, se dirigió directamente a un ascensor de alta velocidad non-stop hasta el piso 20, penetró en él y oprimió la tecla número 25. El ascensor inició su vertiginosa carrera y Wendell sintió como si sus pies quisieran perforar el piso. Al llegar al piso 25, las puertas se abrieron automáticamente y Wendell accedió al palier privado del piso de Patty. Se encaminó hasta la puerta, tocó timbre tres veces, código de la familia para anunciarse y esperó. Pasaron alrededor de treinta segundos sin respuesta y tocó los tres timbres nuevamente mientras rezongaba para sus adentros: “Seguramente estará retocándose el maquillaje… Por qué tendré yo que hacerme cargo de mujeres ajenas, aunque sea mi hermana ?”. Pasaron otros treinta segundos y no obtuvo respuesta. Wendell comenzó a alarmarse. Repasó mentalmente su conversación con Patty en la víspera y sin dudas habían quedado en que pasaría a buscarla a las 8.30 hs. y eran las ocho y treinta y dos. Tocó timbre nuevamente y golpeó fuertemente la puerta. Nada. Trató de escuchar algún ruido proveniente de adentro. Nada.
- No conozco la clave ni tengo la llave para abrir la puerta - reflexionó - Le preguntaré al portero si vió salir a Patty.
Descendió a la planta baja. Juan continuaba despaciosamente con su trabajo.
- Vió usted salir a la Sra. Johnson ? - preguntó Wendell.
- No, por cierto - contestó el portero con acento español - y estoy aquí desde las seis de la mañana, añadió sin dejar de trabajar..
- He tocado timbre varias veces, he golpeado la puerta, pero nadie contesta - dijo preocupado Wendell y agregó - Tampoco se escuchan ruidos dentro del departamento.
Juan se apoyó en el escobillón, su cara denotó extrañeza, estrechó aún más su escasa frente y enarcó sus superpobladas cejas, rasgos ambos que denotaban su origen hispano y reafirmó cadenciosamente: Pues por aquí no ha salido.
- Tiene usted llaves de piso 25 - preguntó Wendell visiblemente alarmado - y conoce la clave de la puerta de entrada ?
- Por supuesto - contestó el portero y se ofreció: Si usted lo desea, y bajo
su responsabilidad, podemos abrir la puerta, pero... no sé si debo...- dudó.
- Despreocúpese - interrumpió Wendell - Traiga las llaves y vamos arriba.
- De acuerdo, espere un momento.
El portero abandonó los implementos de limpieza y se alejó para el fondo del hall, donde una puerta se disimulaba en la boisserie, desapareciendo por ella. A los pocos segundos regresó, con un manojo de llaves en su mano.
- Subamos - dijo, y prestamente ambos tomaron el ascensor.
Mientras subían, distintos pensamientos atravesaron la cabeza de Wendell, pero no pudo elaborar ninguno lógico. Llegados al piso veinticinco, se pararon frente a la sólida puerta blindada, Juan introdujo la llave en la cerradura, repitiendo lentamente en voz queda uno a uno los seis dígitos que tenía anotados con grandes caracteres en un papel, a medida que los marcaba en el teclado numérico: Cinco...ocho...dos...cuatro...cuatro...nueve. Se escuchó un clic y con aire triunfal giró la llave, abriendo la puerta.
- Patty - llamó Wendell entrando rápidamente al living.
- Patty - repitió casi frenético.
No hubo respuesta a sus palabras. El living estaba prolijamente ordenado; Wendell no observó ninguna cosa fuera de su lugar habitual y conocía la casa de memoria. Cruzó el living con grandes pasos y entró en el comedor, que tampoco mostraba anormalidades. Dada la hora pensó que encontraría a Patty en el dormitorio o en su baño y corrió apresuradamente escaleras arriba, seguido por el encargado que se había contagiado del nerviosismo de Wendell. Encontró la puerta cerrada con llave y llamó a su hermana con desesperación. No hubo respuesta... Como una tromba tomó carrera y lanzó su atlético cuerpo contra la puerta, mientras el corazón le latía a toda velocidad. Una vez...dos veces y la puerta cedió de cuajo, cayendo junto con Wendell dentro del dormitorio y sus ojos atónitos observaron el cuadro dantesco que se ofrecía.
La cama deshecha y desplazada de su lugar, trozos de un espejo esparcidos por el piso, una silla partida, lo que él había conocido como un voluminoso y pesado jarrón chino, hecho mil pedazos y algunos de ellos teñidos parcialmente de sangre y en un ángulo de la habitación, cercano a la puerta que comunicaba con el baño, el cuerpo desnudo de Patty, recostado sobre su lateral izquierdo, con una pierna extendida y la otra semiflexionada, ambos brazos extendidos hacia adelante y una mancha de sangre en el pecho, sobre el lado izquierdo. Su rostro conservaba una mueca de dolor y espanto y sus ojos abiertos. Wendell se precipitó sobre ella llorando y gritando su nombre, puso sus dedos en el frío cuello de su hermana y comprobó que estaba muerta. Se abrazó al cuerpo inerte de Patty tratando infructuosamente de ahogar sus sollozos, permaneciendo así inmóvil por unos segundos.
- Mire aquí, señor Bryant - la voz quebrada del portero lo volvió a la realidad.
Se dió vuelta y pudo ver algo que, en su obnubilación, increíblemente le había pasado inadvertido. El cuerpo de un hombre muerto, tendido a unos escasos tres metros de su hermana sobre su lateral derecho, enfrentado al cuerpo de Patty. Bajo el mismo asomando por todos lados un gran charco de sangre. Su miembro superior derecho extendido hacia donde estaba Patty y en su mano un revólver, que Wendell reconoció como un Colt 38 largo. Su cráneo era una masa informe sanguinolenta, totalmente destrozado, los rasgos de su cara no podían identificarse porque estaban masacradas y cubiertas de coágulos, semejando una horrible y terrorífica máscara sangrienta.
Wendell sintió que todo le daba vueltas, un sudor frío le comenzó a bañar todo el cuerpo y se le aflojaron las piernas. A la vez, percibió que se le revolvía el estómago y que estaba a punto de vomitar. El portero percibió lo que le pasaba a Wendell, lo tomó de un brazo y lo llevó a una habitación contigua, recostándolo en la cama.
- Quédese un momento aquí, muchacho - dijo y añadió: Respire hondo varias veces, que le traeré un trago para que lo reanime.
Contra su voluntad, Wendell no tuvo más remedio que obedecer, porque si en esas condiciones intentaba ponerse de pié, terminaría en el suelo.
Cubriéndose el rostro con sus manos recomenzó a sollozar. Juan hurgó en el living y regresó con un vaso de whisky en su mano, que Wendell bebió de un sorbo. Una sensación de calor le recorrió el cuerpo, y lentamente se fué sintiendo mejor. Poco a poco se fué reincorporando y los primeros pensamientos coherentes le afluyeron a su cabeza.
- Muchas gracias, Juan, ya estoy mejor - dijo y le pidió: Por favor, dígale a mi chofer que está en la puerta que suba. Mientras tanto, telefonearé a la policía.
(continuará)

jueves, 18 de enero de 2007

CRIMEN DE OCASION

Cambiando el enfoque del blog, ensayaré una narración, a consideración de mis amigos…

Wendell Bryant estaba pasando una semana sumamente complicada. Además de atender sus tareas de la vicepresidencia de la Bryant's Foods Enterprises, debía reemplazar a Stuart Johnson, su cuñado, en sus funciones de Director Ge-neral, ya que había viajado por asuntos de la Empresa. Mientras duraba su ausencia, pasaba a buscar a su hermana Patty, que ejercía la presidencia de la firma, para ir a las oficinas de la misma. Pero ya era miércoles y sólo tendría recargada su tarea por dos días más, ya que Stuart regresaría el Viernes y se encargaría de su trabajo y de su mujer.
Se sentó frente al gran ventanal que daba al parque, contemplando la sedante vista del cuidado césped, los hermosos árboles y flores multicolores. El encargado estaba limpiando el fondo de la piscina para dejarla impecable, ya que desde temprano Jessie y Jonathan, los dos pequeños de seis y siete años disfrutaban el placer del verano. Todo era paz y alegría en la hermosa casa de Wendell Bryant, situada en una zona residencial de Queens, bien lejos del bullicio.
- Hoy regresaré algo más tarde, porque tenemos la reunión con los empresarios canadienses interesados en la importación de nuestros productos y con Patty tendremos que convencer previamente a "nuestros queridos socios" de conceder cierta financiación... - dijo Wendell a su esposa, agregando – Evidentemente los Bryant y los Mac Taylor nunca se llevaron bien. Para cualquier decisión, siempre los socios parientes de la rama materna están en contra. Te diré que cada día que pasa, las "internas" en la Empresa se tornan más ásperas. No cabe duda que quieren tomar el control total, consiguiendo la presidencia y la mayoría de los cargos en la próxima Asamblea.
- No osarán sacarla a Patty. Recuerda que fué designada por decisión de tu padre - dijo Lisa.
- No sólo quieren desalojar a Patty, sino a todos los de la familia Bryant. Si la Empresa llega a caer en sus manos, buscarán solamente el beneficio de su sector. Son unos sinverguenzas, lo cual puede ser peligroso para la Empresa y para nosotros, porque no vacilarán en realizar incluso cosas ilegales – dijo Wendell.
Se despidió besando a su joven esposa, tomó su attaché y se dirigió hacia la puerta donde lo esperaba Jimmy, el chofer, al comando del impecable y reluciente Oldsmóbile.
- Buenos días Sr. Bryant - saludó amablemente Jimmy.
- Buenos dias Jimmy – contestó Wendell, sentándose en el asiento posterior, detrás del chófer.
Cuando se sentaba allí, Jimmy sabía que Wendell no estaba conversador, lo sabía y lo respetaba. Cuando tenía ganas de conversar, se sentaba en el otro lado, posición que ofrecía posibilidades de diálogo. El viejo Jimmy, un hombre de la más absoluta confianza para la familia Bryant, hacía más de treinta años que era chófer de los Bryant. Fue chofer de Bryant padre, cuando Wendell tenía sólo dos años. Nunca podría olvidar el día del accidente aéreo que le costó la vida al matrimonio Bryant. Desde entonces continuó siendo el chófer de Wendell Bryant a quien quería entrañablemente, aunque lo respetaba y trataba de usted, a pesar de haber compartido con él los juegos de la infancia. Era su preferido, ya que la otra hermana Bryant, Patty, dos años mayor que Wendell, si bien era una excelente persona, no tenía el carácter alegre de su hermano. Probablemente por sus problemas conyugales, ya que su marido, no era lo que se dice un “marido perfecto”. Patty lo amaba profundamente, tan es así que nadie desconocía que el puesto que Stuart Johnson ocupaba en la Empresa lo tenía por imposición de su esposa.
Jimmy, por supuesto, lo conocía desde que había iniciado el noviazgo con Patty, y le tenía contabilizadas múltiples trastadas e infidelidades, pero había sabido callar. También sabía que la pareja no se llevaba muy bien, causa por la cual el carácter de Patty se había tornado un tanto agrio últimamente. Era una verdadera lástima porque era una chica encantadora. A Patty tambien la conocía de niña, conoció su noviazgo… tanto como que en más de una oportunidad había sido cómplice de Patty y de Stuart en sus “travesuras” y hasta testigo silencioso de cosas que habían sucedido en el asiento trasero del automóvil. Era él quien limpiaba las manchas del tapizado. Hummm !!
Pero si lo había hecho, había sido por ella, porque Stuart nunca le gustó, y seguía sin gustarle. Tampoco le veía condiciones de hombre de negocios, aunque debía reconocer que tuvo gran olfato concretando el mejor negocio de su vida … casarse con Patty, Sabía todo ésto y sabía muchas cosas más...
Wendell estaba pensativo. La reunión con los canadienses lo tenía preocupado, porque con toda seguridad, los Mac Taylor pondrían la proa al proyecto. Para colmo de males no estaba Stuart, para tener su voto a favor. No había estado de acuerdo con su viaje a Buenos Aires, pero su hermana Patty lo autorizó e hizo valer su condición de Presidente de la Empresa. Alrededor de dos meses atrás, Stuart había establecido contactos con un grupo de empresarios argentinos, en una exposición de gastronomía que se había realizado en Miami. Pensaba realizar una colocación de sus productos alimenticios en ese país.
Mientras desgranaba todos estos pensamientos, el automóvil se aproximaba al departamento de Patty. Jimmy había cruzado a Manhattan por el Queensboro Bridge, se aproximaba al United Nations Headquarters, paralelo a la costa del East River y en instantes llegaría al departamento de Patty, en la intersección de la 34th St.y la 1st. Ave. A diferencia de Lisa y él, su hermana y Stuart preferían vivir en un departamento y no en una casa. Era un piso a todo lujo, munido de todos los elementos del confort moderno. Se hallaba ubicado en el piso 25 con una preciosa vista sobre el East River y de la isla de Queens. Tenía 570 metros cuadrados cubiertos, repartidos en dos plantas y era realmente espectacular. El edificio estaba bien protegido por alarmas. Para el ingreso no bastaba la llave, sino que era necesario componer previamente una clave digital de seis números. Otro dispositivo similar estaba instalado en la puerta de entrada al piso. Quien quisiera pasar ambas puertas, necesitaba resolver dos claves con una posibilidad matemática de acierto en un millón, para cada una. Muy difícil…!!!
Patty acostumbraba pasar largos ratos en la piscina climatizada y el gimnasio del edificio, preocupada siempre de mantener la línea. El gimnasio estaba montado con los aparatos más modernos y su director era un exigente profesor sueco, Steven Carlsson, un joven simpático y dinámico, que dominaba las modernas técnicas que incluían pesas, aparatos, aerobic y un enfoque científico de la actividad física. Patty había establecido excelente rapport con este joven, lo cual le ayudaba a desenchufarse de sus problemas, tanto los empresarios como los conyugales.
Permanentemente actualizada en el tema moda y amante del buen vestir, era reconocida en su entorno por su natural elegancia y buen gusto y era habitué de los desfiles de moda de las más importantes casas de costura, actividad social que realizaba con un núcleo de amigas que mantenía desde su adolescencia y juventud. Gracias a ellas no se sentía tan sola, porque con Stuart no podía contar para nada. Era asidua concurrente a todo tipo de manifestaciones artísticas, conciertos y festivales benéficos, donde su presencia y colaboración era muy valorada.
Era una hermosa mujer. Alta, de figura esbelta, que se encargaba de cuidar y conservar, piernas largas y delgadas, pero bien torneadas, dueña de un cadencioso andar, que le confería una fina elegancia. Su cabello renegrido y sus verdes ojos almendrados le daban un aire oriental con cierto toque misterioso.
Había tenido varios pretendientes de la high society, pero por esos locos caprichos de los jóvenes, y a regañadientes de sus padres, se había casado con Stuart, un muchacho sin fortuna y sin actividad estable, que había llegado a Nueva York desde Tampa, su ciudad natal, luego de abandonar sus estudios, sin una capacitación adecuada y sin demasiada contracción al trabajo. Al casarse, Patty le había pedido a su padre, que era incapaz de negarle nada, que lo incorporara a la Empresa y es así que comenzó su carrera de “ejecutivo”.
Stuart estaba muy poco en su casa. Diría que a su esposa prácticamente la veía en el horario de oficina. Su afición a las salidas nocturnas y a los buenos tragos, con amistades que jamás presentaba a la familia, le ocasionaba frecuentes discusiones con Patty, pero tal vez con el correr del tiempo, ésta se había cansado de peleas y había preferido refugiarse en su trabajo, su gimnasia, su natación, su actividad social individual y dejar que su marido haga lo que le plazca. Lamentablemente no tenían hijos, por lo que su vida era aún más individual. Evidentemente el matrimonio no había sido un hecho venturoso en la vida de Patty, y durante mucho tiempo estuvo sumida en depresiones, mostrando un aire melancólico y solitario. Desde hace casi un año, había mejorado bastante su ánimo, probablemente cuando se dejó de preocupar por tratar de cambiar los hábitos de su marido, ya convencida que a los cuarenta y dos años, Stuart no sería modificado. A pesar de todo, hacía lo imposible para retener a Stuart a su lado. Su maridito le costaba sus buenos dólares !!, y esto se ponía claramente en evidencia en los repetidos y gruesos retiros de dinero que realizaba de su cuenta corriente de la Empresa y que se habían incrementado especialmente en los últimos tiempos.
(continuará)

miércoles, 17 de enero de 2007

Recuperado

Hola...!!!! Luego de una semana de luchar contra la supresión accidental de mi cuenta, la he recuperado y estoy de nuevo con todos/as ustedes.
Ahora me pondré a trabajar nuevamente para publicar alguna cosa. Perdonen la interrupción, pero no ha sido por mi voluntad. Gracias

jueves, 11 de enero de 2007

La cadena de oro

Ya he hablado bastante de la muerte, tratando de hacerlo seriamente… ahora les transcribiré un cuento que escribí para un certamen literario de cuentos cortos. Por supuesto que no fue premiado…jajajajaja !!!, pero es de mi autoría y eso me basta.

LA CADENA DE ORO
Las emisoras de radio de los pueblos del sur tienen espacios con mensajes para la gente del campo, que vive aislada en medio de la Patagonia y no tiene otro medio de comunicación. Juan y Pedro Carriqueo, puesteros de una estancia, esperaban ansiosos noticias de su madre, internada en el hospital.
Esa noche escucharon: “Mensaje para Juan Carriqueo. La salud de su madre ha empeorado. Deberá ser operada esta misma noche”. Juan y Pedro se miraron.
Juan ordenó: - Prepará los caballos.
Cenaron algo y salieron. La noche era cerrada y oscura, pero conocían bien el camino. A campo traviesa llegaron a la ruta asfaltada y luego la siguieron. No se veía nada; solamente recibían la luz de los faros de algún auto que pasaba.
Sus fieles caballos criollos estaban acostumbrados a recorrer la meseta Patagónica; ese árido campo sureño pletórico de leyendas creadas por la ignorancia o la fantasía de sus habitantes: la luz mala, el chupacabras, los espíritus.... Esas míticas historias corrían de boca en boca, eran tema obligado en cada mateada junto al fogón y la imaginación truculenta de cada relator añadía condimentos.
Marchaban en silencio, cuando de repente un automóvil pasó a toda velocidad, mordió la banquina e hizo dos vueltas en trompo a lo ancho del pavimento, volcando luego sobre su lado izquierdo. Dió tres vueltas más y chocó estrepitosamente contra la rocosa ladera de la montaña.
Juan y Pedro galoparon hacia el lugar del accidente. Desmontaron y vieron al conductor y único ocupante del vehículo, tendido a varios metros del auto, sangrando profusamente, con el cráneo destrozado.
- Está muerto – dijo Juan escuetamente.
- Sigamos - vaciló Pedro - me da miedo.
Juan siguió mirando alumbrándose con la tenue luz de su vieja linterna. El auto era un lujoso último modelo. Vió la cara desfigurada y sanguinolenta del muerto, sus ropas rasgadas y algo que brillaba. Era una gruesa cadena de oro que colgaba de su cuello.
- Mirá - señaló a Pedro - Seguramente es de oro y ha de valer un platal.
- No me interesa – replicó Pedro - sigamos camino y avisemos a la policía del accidente.
- Ni se te ocurra - ordenó Juan imperativamente, asomando un brillo pícaro en sus ojos.
Sin hesitar, Juan arrancó la cadena del cuello del muerto y la colocó en su bolsillo.
- Vamos rápido... antes que venga otro auto - dijo y montó a caballo.
Pedro lo siguió. Partieron a galope tendido sin mirar hacia atrás y sin cambiar palabras. Al cabo de un rato llegaron a una arboleda. Los caballos resoplaban sudorosos y ellos tenían la boca reseca y el corazón batiendo de la emoción.
- Descansemos - dispuso Juan, descendiendo de su caballo.
Se sentaron bajo un añoso árbol para recuperar el aliento y tomaron un trago de ginebra.Juan sacó de su bolsillo la cadena, la alumbró con su linterna mirándola extasiado. Era valiosa...!!!.
- La venderemos y repartiremos la plata entre los dos - dijo Juan.
- De acuerdo - aceptó Pedro, a quien el susto se le iba pasando.
- No hay que decírselo a nadie... ni a mamá... y ni siquiera diremos a la policía que vimos el accidente - se aseguró Juan mirando fijamente a su hermano.
Contemplaban entusiasmados una y otra vez la cadena, cuando escucharon el ruido de pasos lentos que hacían crujir las hojas secas. Era casi imperceptible, pero tétrico en aquel silencio y soledad.
- Shhhh – ordenó Juan – escuchá...!!!
Se quedaron mudos oyendo los pasos, y notaron que se acercaban. Súbitamente, apareció ante ellos un brillo fosforescente con forma humana.
Era una visión fantasmagórica. Una voz cavernosa los paralizó:
- Devuélvanme lo que me robaron !!
La silueta seguía avanzando dificultosamente y pudieron ver una figura ensangrentada.
- Devuélvanme lo que me robaron – repitió con su voz lúgubre.
Pedro, presa del pánico, perdió el conocimiento.
Juan quiso huir, pero de inmediato sintió dos gélidas manos que lo tomaron de sus cabellos y lo arrastraron hacia atrás.
- Devolveme lo que me robaste – ordenó esa voz tenebrosa.
Juan quiso sacar el facón de su cintura, pero sintió un agudo dolor en la garganta. Luego... todo fue silencio.
Cuando Pedro volvió en sí, ningún ruido alteraba la paz del campo. Se sentó tratando de ordenar sus pensamientos. Algunas gotas caían sobre su frente, pero no estaba lloviendo. Las tocó con sus dedos y notó que eran tibias, densas y pegajosas. Llamó a Juan; no obtuvo respuesta; buscó la linterna y miró de donde provenían las gotas.
Juan estaba colgando de una rama del árbol, con un profundo tajo en el cuello que todavía rezumaba sangre.
Lo bajó de allí y lo apoyó en el suelo. Se dió cuenta que estaba muerto. Buscó en sus bolsillos la cadena de oro. No estaba.
De allí en más, todo se precipitó. De un hueco del árbol, surgieron unas heladas y pálidas manos que lo tomaron del cuello. Alcanzó a ver una cara desfigurada y ensangrentada con los ojos en llamas. Quiso gritar, pero no pudo. Tampoco pudo respirar. Las manos le apretaban su garganta más y más, hasta que todo se volvió negro.
Al día siguiente el diario local titulaba: “ Dos puesteros fueron asesinados a pocos kilómetros del pueblo. No hay pistas para esclarecer el hecho”.

miércoles, 10 de enero de 2007

La oscuridad eterna

En uno de los comentarios, Electrah me pregunta si le temo a la muerte. Mi contestación es un claro no, aunque el hecho de que no me cause temor, no quiera decir que me agrada. Básicamente lo que me agrada es la vida, y vivida intensamente, pero sin olvidar que la muerte forma parte de ella.
El enfoque que hago en este blog está relacionado con la escasa información que tiene la gente en general, cosa que he podido evidenciar a través del diálogo permanente con personas expuestas a tales circunstancias.
En un orden un poco más profundo diría que en espíritus que han logrado evolucionar y crecer positivamente, más allá de la propia muerte en el sentido atemporal o antes , en el sentido temporal, se puede encontrar la muerte como persona, es cuando el alma se "neantiza" o se vuelve "nada". Para algunos, según sus creencias alli comenzaría la fusión con el Ser Divino.
Como resultado final después de haber pasado por la vida terrenal con todos sus vaivenes, alegrias y sufrimientos, encuentra la luz, la paz y la alegría infinita.
San Juan de la Cruz, en la "Subida al Monte Carmelo" habla mucho, pero muchísimo, de la "noche oscura", de la oscuridad y tinieblas que envuelven al alma que se está purificando; explica claramente que la anulación de toda la esfera sensorial, lleva a un estado de muerte. Es la nada, es el alma desnuda, totalmente desnuda. Y, a partir de ahí ya no es uno el que actúa, sino el Juez Supremo, que hace todo en nuestro interior y emana todo hacia fuera.
Todo lo leído y escuchado sobre el tema me han inspirado hace tiempo un poema que publico aquí, titulado Oscuridad en referencia a lo dicho en el párrafo anterior, donde creo no abarcar solamente el nivel de la muerte física, cosa también excepcional, ya que requiere no solo un profundo conocimiento de la muerte y los cambios que se producen con ella, sino que a través de mi espíritu trato de “vivir” o imaginar mi propia muerte. Personalmente pienso que se pasa un “trance espiritual" a través del cual se percibe la voz que cada uno tiene dentro de si mismo. Y dentro de cada uno está el alma que entonces emerge y me que no puede hacer otra cosa que cantar verdad, belleza y sabiduría.

OSCURIDAD
Vendrá la noche y cesarán mis sueños,
No llegará hasta mí la dulce primavera.
Con el último estertor se quemarán los leños
de mi hogar consumido y ya sin fuego,
no habrá calor para una vida nueva.
Vendrá la noche y el descanso eterno,
me invadirá la oscuridad entera,
me sumergiré en el brutal silencio
del infinito mundo que me espera.
Con la gélida caricia del invierno
terminaré de soportar mi pena.
Vendrá la noche y nublará mi mente;
sentiré enfriar la sangre de mis venas.
Se acercará el final y de mi cuerpo inerte
mi alma escapará para buscar sentencia.
El juez inexorable, sin clemencia,
castigará mi pecado de quererte.
Vendrá la noche y cerrará mis ojos,
la lividez asomará a mi rostro
y una vez en la capilla ardiente
me llorará aquél que no comprenda,
que he transitado hasta el final la senda,
feliz, a cara o cruz jugándome la suerte.
Vendrá la paz y con justicia plena,
tendré derecho a disfrutar mi muerte.

lunes, 8 de enero de 2007

Así entonces, esta tendencia a escribir que se manifiesta en los profesionales del arte de curar, puede resultar positiva porque puede llegar a ser más humanista y tenga la capacidad de escuchar a un enfermo el tiempo que haga falta, de contenerlo, y no únicamente tratarlo científicamente. Pero la gran mayoría de los médicos que escriben, lo hacen cuando declinan en su dedicación a la profesión, porque la medicina es sumamente absorbente y cuando se llega a este momento, uno piensa: “qué lástima que no me dediqué tiempo atrás a leer con más asiduidad, a escribir, a dejar impresas todas las reflexiones que la actividad me sugirió a través del tiempo y el trato con los pacientes. Que lástima que no tuve la decisión de preparar a mis pacientes para afrontar las enfermedades terminales y a afrontar la muerte.
Y es verdad.. Enfocada la medicina como una actividad cientificista, se deja muchas veces de lado la parte humanística y si la función del medico es curar, o mitigar la enfermedad, porqué no se hace énfasis en mitigar el sufrimiento de verse cara a cara con la muerte ?
En muchos casos se recurre al trabajo en equipo, como se hace en la Oncología, brindando un apoyo psicológico a los enfermos, con personal especializado. Pero este apoyo llega cuando la persona ya está angustiada y la recepción del apoyo es relativa.
Creo que desde siempre, el ser humano debe saber asumir una posición lógica y decorosa y sin temor ante la muerte que inevitablemente tendrá.
Un poeta que firma con el nombre “NINGO”, publicó en un blog que he leído este simple poema, que refleja lo que he dicho anteriormente

Ya cierro los ojos
al fin me relajo
me llevas ansiosa
no te doy trabajo

Yo ya te esperaba
sin duda vendrías
llevarme contigo
lo que más querías

A nadie olvidas
en tu diaria cita
más tarde o temprano
ninguno te evita

Común compañera
del último día
el largo camino
hacia ti me guía

jueves, 4 de enero de 2007

LA VIDA Y LA MUERTE

Tambien a esta edad generalmente comienzan otro tipo de problemas, relacionados con la enfermedad o muerte de los padres, cuando no la propia enfermedad. El asumir ambas cosas a veces supone un desfío importante para el cual no siempre se está preparado y para colmo de males, raramente se enseña a prepararse para la enfermedad y/o la muerte. Por suerte, últimamente se elude menos el compromiso de hablar de ellas.
La delgada línea que separa la vida de la muerte suele ser un tema frecuente en los profesionales del arte de curar, quienes manifiestan una fuerte tendencia a escribir.
Si consideramos que la literatura no es mas que la expresión personal de las vivencias de cada uno, casi siempre basándose en un origen verdadero, una profesión como ésta, que suele ser alienante en determinadas disciplinas, que desequilibran al ser humano, que activan todos los sensores al máximo y hacen vivir en alerta rojo, cosa que no todo el mundo tiene la oportunidad de conocer a fondo, son factores determinantes para marcar esta tendencia.
Así, la vida, la muerte, el detrás de escena de un grupo de gente que trabaja entre bambalinas, pero que tiene sus vivencias aceleradas al máximo, dispara la memoria y los pensamientos que acompañan tales situaciones y se cae en la particularidad de narrar la vida y el mundo médico desde una literatura no científica.
Hasta se llega a usar vocabulario médico o anatómico, tal como lo hiciera el poeta Baldomero Fernández Moreno, por ejemplo en su “Soneto de tus vísceras”
“Harto ya de alabar tu piel dorada,
tus externas y muchas perfecciones,
canto al jardín azul de tus pulmones
y a tu tráquea elegante y anillada.
Canto a tu masa intestinal rosada
al bazo, al páncreas, a los epiplones…”.
Baldomero Fernández Moreno, en 1924 decidió abandonar la medicina para siempre. Para él, ambas vocaciones, la médica y la literaria, estuvieron reñidas entre sí y el arte ganó la pulseada.